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Por favor, use este identificador para citar o enlazar este ítem: http://rid.unrn.edu.ar/handle/20.500.12049/4891

Título: Transhumanismo, tecnoceno y nuevos sustantivismos
Autor(es): Vaccari, Andrés Pablo
Fisher, Jaime
Fecha de publicación: 21-nov-2019
Es parte de: X Coloquio Internacional de Filosofía de la Técnica
Resumen: El problema del sustantivismo tecnológico, un planteo supuestamente superado y a menudo descartado de plano por muchos filósofos,ha adquirido una nueva y urgente vigencia. Por un lado, esta creciente popularidad se debe a que el sustantivismo expresa un sentimiento palpable y prevalente en nuestras sociedades: la noción de que no hay un “afuera” del sistema global. Mark Fisher se refiere a este sentimiento con el nombre de realismo capitalista: “la sensación generalizada de que el capitalismo no solo es el único sistema político y económico viable, sino que ahora es incluso imposible imaginar una alternativa coherente” (2009: 2). El sistema capitalista extractivista está alcanzando sus límites materiales. Somos testigos y víctimas de una catástrofe planetaria sin precedentes, una crisis que puede conducir al colapso total de la civilización. Ante esta situación, las ideologías dominantes de la tecnología, nucleadas alrededor de Silicon Valley, han acelerado sus discursos al punto del paroxismo. Pero la concepción sustantivista atraviesa todo el espectro político.Esta resignación, la incapacidad de soñar un afuera del sistema, empapa y corroe nuestro imaginario político. En este panorama, la tecnología es un problema central. La noción vertebral del sustantivismo es que el entramado técnico es una totalidad irreducible compuesta de partes dependientes entre sí, de modo que solo podemos aceptar o rechazar el “sistema” en su conjunto. Todos nuestros actos se hallan encastrados en una red planetaria animada por una lógica y valores irreversibles, inscriptos en nuestros artefactos y modos de vida. Aunque el sistema (la Technique de Ellul, la Technik del debate TechnikKultur, la “tecnología” en nuestros tiempos) exceda lo estrictamente “técnico”, la tecnología tiene un rol único e irreemplazable como condición de posibilidad del sistema. Siguiendo esta línea de argumentación, podemos afirmar que una completa época histórica se expresa en ciertas tecnologías dominantes, se “sustantiviza” en sus artefactos. Si hablamos del capitalismo, entonces estamos hablando de una configuración específica de artefactos, modos de vida y modos de producción. Esto es justamente lo que términos como Technik y Technique buscan expresar: la tecnología como mundo, como teología, kosmos. Cualquier tesis revolucionaria debe contemplar la posibilidad de que los fines y valores de una época histórica o sistema socioeconómico son parte estructural de su cultura material, y por lo tanto no pueden ser redireccionados para otros fines. El segundo grupo de tesis del sustantivismo refiere a ciertas características formales de la tecnología. Ellul identifica una serie de aspectos: Automatismo, autocrecimiento, unicidad (o indivisibilidad), encadenamiento, universalismo, y autonomía. Estos aspectos conciernen al cierre funcional de los sistemas. En el nivel sincrónico, de funcionamiento, la máquina es una unidad estructural-funcional en la que cada elemento tiene su razón de ser en vistas a una meta dada. En su dimensión histórica o diacrónica, la tecnología evoluciona como un sistema cerrado, con una resonancia interna (Simondon 2008) establecida por la fina trama causal que vincula a los componentes entre sí. De esto se deriva la íntima interdependencia entre los componentes de un sistema. La unicidad y autonomía del sistema dependen de su economía funcional, la interconectividad más o menos precisa de sus elementos. La gran ironía es que, desde sus comienzos, el sustantivismo ha sido una postura pesimista y crítica de la noción de progreso y de las promesas de beneficencia asociadas a la tecnología. Ahora, esta misma postura se ha transformado en el credo de un culto tecnofílico, una religión de la tecnología. Esta religión enfatiza la totalidad y autonomía del sistema, pero no necesariamente como impedimento a la libertad humana, sino como su realización. El sistema ya no oprime ni regula la acción, sino que es vehículo y condición de posibilidad de la consecración de la humanidad misma. El mito que ejemplifica esta idea del modo más espectacular es la Singularidad, el punto histórico en que el progreso tecnológico se acelerará al infinito. La Singularidad es una especie de culto radicado en Silicon Valley y liderado por el futurólogo y Jefe de Ingeniería de Google, Ray Kurzweil. Su premisa central es el avance exponencial del progreso tecnológico, el cual llegará a un punto crítico en el que se borrarán los límites entre biología y tecnología. “La Singularidad nos permitirá trascender [las] limitaciones de nuestros cuerpos y cerebros biológicos. ... A finales de este siglo, la parte nobiológica de nuestra inteligencia será trillones de billones de veces más poderosa que la inteligencia humana natural” (Kurzweil 2005: 25). Estamos en el umbral de la Sexta Época de la Evolución, donde la inteligencia “comenzará a saturar la materia y la energía en su medio” y el cosmos encontrará su “destino inteligente” (21). Nuestros descendientes posthumanos conservarán su estatus moral de humano, expresando los deseos y ambiciones más esenciales de la especie. En el tecnoapocalipsis humanista de Kurzweil, la tecnología y lo humano van de la mano. En su devenir histórico, la tecnología se dirige “naturalmente” a realizar la transcendencia humana, a liberar al cuerpo de su estrato biológico perecedero. La tecnología cumple con los designios espirituales del ser humano y ambos colaboran para realizar el destino común del universo. Por su parte, Kevin Kelly se refiere al “technium” como el Séptimo Reino de la naturaleza, un todo orgánico que evoluciona siguiendo los mismos principios de lo viviente. El technium es la red global de máquinas y sistemas que componen un organismo con una agencia propia que excede la intencionalidad humana: “todos los sistemas generan su propio impulso. Dado que el technium es una consecuencia de la mente humana, también es una consecuencia de la vida, y por extensión es una consecuencia de la auto-organización física y química que condujo primero a la vida” (2010: 15). Aquí también, el ser humano es llamado a entregarse de lleno a la lógica del desarrollo tecnológico. En estas visiones, tal como decía Ellul, la naturaleza se desvanece de vista dentro del horizonte de la técnica y la técnica misma se transforma en una entidad inmanente, un “reino” de la naturaleza. Este nuevo estatus ontológico consagra las características centrales del sistema técnico, en particular su autonomía y unicidad. A su vez estas narrativas reformulan viejas metáforas que apuntan a legitimar el presente orden socioeconómico, representándolo como algo natural y, por lo tanto, inevitable y moralmente neutro. Estas metáforas se remontan al establecimiento del liberalismo económico y de la teoría de los mercados. En aquel momento histórico las analogías mecanicistas comienzan a ser aplicadas a la sociedad y a la conducta humana. El rasgo central del funcionamiento de las máquinas que es trasladado al mercado es la autoregulación (véase Mayr 1986), dogma esencial de la teología neoliberal actual.
URI: https://rid.unrn.edu.ar/jspui/handle/20.500.12049/4891
Otros enlaces: https://dedalustechne.files.wordpress.com/2019/07/prc3b3rroga-cfp-x-coloquio-internacional-de-filosofc3ada-de-la-tc3a9cn.pdf
Aparece en las colecciones: Objetos de conferencia

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