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Por favor, use este identificador para citar o enlazar este ítem: http://rid.unrn.edu.ar/handle/20.500.12049/8241

Título: El Turismo contemporáneo en entornos naturales. Un análisis de los elementos conceptuales.
Autor(es): Barrios Garcia, Gonzalo Ezequiel
Fecha de publicación: nov-2021
Revista: X Jornadas de Economía Ecológica
Resumen: Cada ciclo de acumulación desarrolla una territorialidad propia; así, las actividades económicas que le son funcionales, se articulan de acuerdo con sus particularidades construyendo “geografías a medida” (Cañada, 2016). En este sentido, la construcción de territorios adecuados a una acumulación fundamentada en las actividades turísticas demanda ciertas características y lógicas de espacialización. Desde una determinada provisión de infraestructura de bienes y servicios, cierto acceso al sistema financiero, hasta la construcción de mercancías turísticas (lugares, bienes y/o experiencias) a ser consumidas por distintos públicos. Así uno podría pensar que las transformaciones que se dieron con los gobiernos peronistas, tanto en el modo de producción como en las relaciones sociales y culturales tuvieron su impacto en el reconocimiento de un nuevo actor con derechos y demandas: el pueblo trabajador. Con él se impulsó un programa de turismo social que implicó una intervención directa del Estado desde la fijación de precios para pasajes y estadías, el reconocimiento de derechos laborales como el aguinaldo y las vacaciones pagas, la promoción del turismo hasta cambios en la configuración territorial con la ampliación y creación de colonias en distintos puntos del país, la construcción de caminos, líneas telegráficas y hasta hosterías y hoteles sindicales, todos configurados estructuralmente para recibir a las grandes masas que comenzaban a gozar de dicha actividad. Durante estos años los destinos turísticos pasaron de recibir unos 380.000 visitantes en 1940 a cerca de 1.400.000 en 1955. Con el avance de las políticas neoliberales durante los años noventa, nuevamente las profundas transformaciones sociales y económicas que tuvieron lugar en la argentina se expresaron también en el turismo y en su dimensión territorial, definiendo un nuevo mapa turístico del país. Por una parte, los cambios en el mercado de trabajo, que se caracterizan por el crecimiento de la precariedad laboral, la flexibilización y el aumento de la desocupación, junto con una reestructuración por ramas (disminución del empleo industrial) y una disminución general de la proporción de riqueza distribuida a través del salario (caída de los niveles salariales). Por la otra, estos procesos se articularon con el retiro del Estado y las privatizaciones de sus bienes y servicios, como sucedió con el caso del hotel Llao-Llao de Bariloche, un ícono del turismo tradicional privatizado y reciclado para convertirlo nuevamente en un hotel de lujo y otros proyectos orientados a incentivar una mayor actuación del capital privado en la oferta turística. El énfasis en el turismo como negocio es asumido también por otros actores sociales, que ven en él una estrategia para enfrentar las situaciones de crisis económica y social que se instala en muchos lugares del país, abrevando en las propuestas de cambios de uso del suelo y privatizaciones vinculadas con el turismo como impulsor del desarrollo local (Brondolo et al., 2000). Estas nuevas tendencias impusieron formas de turismo más específicas como los denominados turismos alternativos que se correlacionan con las tendencias de fragmentación social y el consumo diferenciado según nichos de demanda dominantes en el nuevo contexto exacerbando la competencia entre los lugares (Almirón, Bertoncello, 1999, 2002 Bertoncello y Troncoso, 2006). Este abordaje implica entonces, pensar la ciudad como un elemento dinámico que según las condiciones estructurales de producción sufre ciertas modificaciones. Al mismo tiempo, los fenómenos externos como puede ser la aparición de enfermedades a nivel global, crisis económicas o incluso erupciones volcánicas; y otros internos: cambios en la gestión, presión de diversos sectores por imponer sus lógicas y condiciones de acumulación, etc. van dándole las particularidades específicas en cada caso. Si consideramos al turismo como actividad que participa en esta dinámica, la misma implica una territorialidad diferenciada donde se ubica cierta infraestructura destinada a la misma: hoteles, bares, restaurantes, campings, aeropuertos, tiendas de souvenir, etc. Esta localización desigual de recursos y productos turísticos (vale destacar que los servicios vendidos como productos también se localizan en espacios particulares) genera entre otras cosas ciertas pautas de movilidad, es decir, puntos de interés desde y hacia donde un grupo particular de personas transita repetidas veces en distintos periodos de tiempo. A partir de estas pautas de movilidad es cómo uno puede analizar la evolución o no de un destino turístico. Si las mismas van variando, aumentando o disminuyendo, o si por el contrario, se concentran o desconcentran, allí estaremos ante procesos de multiplicación de oferta turística o de reorientación de bienes y servicios según sea el caso (Bertoncello (SF) y Acevedo, 2016). Este movimiento a su vez puede ser inducido por organismos centralizados, ya sean estatales, privados o mixtos, que dirigen de alguna manera el desarrollo a través de planes de acción estratégicos en determinadas temporalidades (Lopez, 2015). O, por el contrario, no estar dirigido por ningún organismo local específico y deberse principalmente al resultado del desarrollo de la lógica capitalista y de la competencia local y regional. Al mismo tiempo, la búsqueda de exclusividad, autenticidad, naturaleza virgen, y todos los atributos con los que se venden las nuevas ofertas van en consonancia con los valores e imágenes instalados en la sociedad, reforzando su consumo. “El territorio de este nuevo turismo es un territorio en el que la diferenciación de los lugares se exacerba, que se redefine constantemente en función de la creación y destrucción de atractividad; la diferenciación se establece entre destinos, pero también dentro de cada uno de ellos. Cada diferencia se corresponde, en rigor, con un nuevo producto a ofrecer a los turistas-consumidores” (Bertoncello, 2002:46). Existe un enfoque que plantea que para que la “materia prima” del turismo (aquella porción de naturaleza que por algún motivo es valorada estéticamente), también llamada atractivo turístico (Boullón, 1985) se convierta en un producto turístico es necesario delimitarlo dentro de un espacio, darle una determinada distribución territorial, controlarlo, regularlo y finalmente administrarlo. Sin duda que, a través de este enfoque, el desarrollo del turismo implica necesariamente un proceso de valorización, privatización y mercantilización (Fletcher, 2016). Desde esta perspectiva, en el marco neoliberal mencionado y habiéndose convertido en mercancía es difícil pensar que la racionalidad económica no vaya a primar sobre la ambiental (Palafox, 2016). Así los ciclos de rotación y valorización económicos priman sobre los ciclos naturales perjudicando la calidad y sostenibilidad natural de los mismos. Dada la existencia de múltiples destinos nacionales cuyos principales atractivos son conocer, visitar y recorrer el entorno natural próximo y las tendencias generales comunes del ciclo de acumulación, el presente trabajo tiene por objetivo realizar un esbozo de las principales características de lo que podríamos definir como la ciudad turística de atractivos naturales. Así, cada destino turístico cuyo principal atractivo sea el entorno natural (una playa, un lago, la montaña, cascada, etc.) debe soportar una serie de impactos en diversos niveles. A nivel directo en el atractivo en sí, debe medirse cuánta presión antrópica puede soportar sin que la misma genere cambios en las condiciones naturales y termine afectándole. Cuanta impermeabilización puede soportar una montaña sin generar deslaves, cuánta presión por caza o pesca puede asumir un entorno natural, cuántos viajes de avión o helicóptero pueden soportar las aves cercanas. A su vez, existe otra serie de impactos que son necesarios para posibilitar el desarrollo del producto turístico, como valerse de nuevas extensiones de territorio donde desplegar las infraestructuras de bienes y servicios (carreteras, comercios, lugares de alojamiento, establecimientos de comida, de ocio, servicios de internet y financieros, transporte, etc.) que se adapten a los gustos y comodidades del turista, lo que aumenta los requerimientos energéticos y materiales y con ellos la generación de residuos y emisión de gases de efecto invernadero. Y a nivel indirecto y global, los efectos del cambio climático producto de la emisión de los GEIs impacta en el aumento de las olas de calor, la intensidad y frecuencia de lluvias torrenciales, los días helados, la pérdida de playas producto del aumento del nivel del mar, etc. Finalmente, en este tipo de desarrollos, las infraestructuras urbanas establecidas previamente, las demás actividades económicas, la estructura socioeconómica, el entramado socio cultural, las organizaciones sociales, las formas históricas de uso y apropiación del entorno natural, incluso las representaciones locales interactúan y se articulan de manera diferencial (y conflictiva) con el devenir de esta actividad.
URI: http://rid.unrn.edu.ar/handle/20.500.12049/8241
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